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#YoSoyKronen: Una novela memorable

Por Juan Aparicio Belmonte
Novelista y humorista gráfico con el seudónimo de Superantipático
Anexo en Historias del Kronen ed. commemorativa 25 aniversario

No recuerdo el año exacto, sé que era principios de los noventa, pero sí recuerdo el acontecimiento con claridad: el premio Nadal lo ganó un chaval de mi edad, veintipocos, con una novela en la que aparecían los lugares por donde yo me movía de noche, o si no esos, unos muy similares. En realidad, el premio lo ganó la persona a la que señalaban los pronósticos de los periódicos, una escritora con bien ganado prestigio editorial, pero la sorpresa que deparó el perfil del finalista fue tan descomunal que se transformó en la verdadera noticia del acto social.

Para quienes por entonces escribíamos y soñábamos con publicar, aquel chico se convirtió en un referente y en una esperanza. En cuanto llegó a las librerías, me compré la novela. Me fascinó la capacidad de su autor para transformar en literatura aspectos de la realidad española que parecían excluidos de tal derecho. Su fuerza expresiva no estaba en un lirismo de resonancias castizas o norteamericanas, tan en boga ambas tendencias entre los escritores de una generación inmediatamente anterior, sino en la inteligencia de su concisión, en su espíritu descarado, que sabía recrear con maestría espacios e inventarse psicologías, y en un oído musical sobresaliente que dotaba de gracia y verosimilitud los diálogos callejeros.

Lo literario hallaba su cauce en el movimiento de las escenas, en la riqueza de las voces y en la evolución de los personajes, y todo estaba al servicio de un relato eficaz que se nutría de los conflictos propios de una generación a la que yo también pertenecía.

Con el tiempo aparecerían una película mucho peor que el libro, sin ser mala, y nuevos relatos del autor en los que abundaba en todo lo bueno que tenía aquella primera novela.

Tuve ocasión de conocer a José Ángel Mañas muchos años después y descubrí en él a un tipo huidizo, pero amistoso y cordial, y aunque discreto y agudo en sus opiniones, incapaz de esas poses fotogénicas tan naturales y útiles —amén de legítimas— en otros autores que llegaron a la cima editorial al mismo tiempo que él. En su novela y en algunas declaraciones suyas encontré algunas convicciones sobre el arte narrativo en las que yo también creo. Menciono una: «el escritor está emparentado con el actor, debe escribir como si interpretara lo que viven sus personajes».

En esa idea de la literatura como enajenación dramática, siempre al servicio de la eficacia narrativa, puede hallarse la clave del éxito artístico y comercial de esta novela memorable y rompedora y también de su influencia en algunos autores que conseguimos publicar mucho tiempo después.

 

Foto ©Markus Spiske

 

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